Sobre el daño que hace el tabaco (O vrede tabaka)

Traducción de E. Podgursky

MONÓLOGO EN UN ACTO
(1886)

PERSONAJE
IVÁN IVANOVICH NIUJIN,
esposo de la propietaria de una escuela de música y de un
pensionado de señoritas.

La escena representa un estrado en un casino de provincia.

ACTO ÚNICO

NIUJIN, hombre de largas patillas y sin bigote, vestido de un frac viejo y deslucido. Tras
hacer una entrada majestuosa, saluda y se estira el chaleco.

NIUJIN.-¡Muy señoras y muy señores míos!… (Se atusa las patillas.) Habiendo sido
invitada mi mujer a hacerme dar una conferencia con fines benéficos sobre un tema
popular…, he de decirles que, por lo que a mí respecta, el asunto de esta me es indiferente…
¿Qué hay que dar una conferencia?… Pues a dar una conferencia… No soy profesor, y estoy
muy lejos de poseer la menor categoría científica; pero, sin embargo, hace ya treinta años
que trabajo de un modo incesante, y hasta con perjuicio…, podría decir…, de mi propia salud,
en cuestiones de un carácter puramente científico… Incluso escribo artículos científicos o, al
menos, si no precisamente científicos, algo, con perdón de ustedes, que se asemeja mucho a
lo científico. Justamente, en uno de los pasados días, compuse uno larguísimo, que llevaba el
siguiente título: «Sobre lo dañino de determinados insectos»… A mis hijas les gustó mucho…
En especial, la parte dedicada a las chinches… Yo, sin embargo, después de leído lo rompí…
Después de todo, y se escriba lo que se escriba, no puede uno prescindir del uso de los
polvos persas… Por tema de mi conferencia de hoy he elegido el que sigue: «Sobre el daño
que el tabaco causa a la Humanidad». Yo soy fumador…, pero como mi mujer me manda
hablar de lo dañino del tabaco…, ¡qué remedio me queda!… ¡Si hay que hablar del tabaco…,
hablaré del tabaco!… A mí me da igual!… Eso sí…, les ruego, señores, que escuchen esta
conferencia con la debida seriedad… Aquel a quien una conferencia científica asuste o
desagrade…, puede no escucharla y retirarse… (Se estira el chaleco.) Solicito también una
atención especial por parte de los señores médicos…, ya que estos pueden sacar gran
provecho de mi conferencia…, dado que el tabaco, a pesar de su carácter perjudicial, es
empleado también en medicina. Si, por ejemplo, metiéramos una mosca en una tabaquera…,
moriría, seguramente, víctima de un desequilibrio de sus nervios… Como primera
orientación, puede decirse que el tabaco es una planta… Les advierto que yo, por lo general,
cuando doy una conferencia, tengo la manía de guiñar el ojo derecho; pero ustedes no
reparen en ello… Es un defecto de mis nervios… Soy hombre muy nervioso, y esta costumbre
de guiñar un ojo la contraje el trece de septiembre de mil ochocientos ochenta y nueve: día
en el que mi mujer dio a luz su cuarta hija, de nombre Varvara… Todas mis hijas nacieron en
trece… Pero… (Mira el reloj.), el tiempo apremia y no podemos desviarnos del tema de esta
conferencia. Tengo, primeramente, que decirles que mi mujer es propietaria de una escuela
de música y de un pensionado de señoritas… Dicho sea entre nosotros, a mi mujer le gusta
mucho quejarse de la falta de dinero; pero la realidad es que tiene ahorrados de cuarenta a
cincuenta mil rublos…, ¡por lo menos!…, mientras que yo no dispongo ni de una sola
«kopeika»… ¡En fin, qué se le va a hacer!… En la pensión, el encargado de las faenas
domésticas soy yo… Voy a la compra, vigilo el servicio, anoto los gastos, confecciono
cuadernos, limpio de chinches los muebles, paseo al perrito de mi mujer, cazo ratones… Ayer,
por ejemplo, que proyectaban hacer «blinis», mi obligación se redujo a dar a la cocinera la
harina y la mantequilla; pues bien…, figúrense que hoy, cuando estaban preparados ya los
«blinis», viene mi mujer a la cocina y dice que tres de las alumnas no pueden comerlos por
tener las amígdalas inflamadas… Sobraban, por tanto, varios «blinis»… ¿Qué hacer con
ellos?… Mi mujer quiso, primero, guardarlos en la despensa; pero luego, después de pensarlo
un rato, me dijo: «¡Cómetelos tú, espantapájaros!»… Cuando está de mal humor me llama
«espantapájaros»… «¡Satanás!»… ¿Y qué tengo yo de Satanás?… ¡Ella es la que está siempre
de mal humor!… No puedo decir que me comí los «blinis»… Me los tragué sin masticar…
¡Tengo siempre tanta hambre!… Ayer, por ejemplo, no me dio de comer en absoluto… «¿Por
qué voy a tener yo que darte de comer?», me dijo… Pero… (Mirando el reloj.), nos estamos
desviando del tema. Prosigamos… Aunque, en realidad, creo que seguramente les gustaría
más estar escuchando una sinfonía o un aria… (Canta.) «¡En el combate no perderemos la
sangre fría!»… No me acuerdo de dónde es esto… A propósito…, me olvidaba decirles que en
la escuela de música de mi mujer…, aparte de las ocupaciones domésticas…, tengo obligación
de dar clase de matemáticas, de física, de química, de geografía, de historia, de solfeo, de
literatura, etcétera… Las lecciones de baile, canto y dibujo las cobra mi mujer, aunque la de
baile y la de canto también soy yo quien las doy… Nuestra escuela está situada en el callejón
de Piatisobachi y en el número trece. Seguramente es el vivir en un número trece lo que me
hace tener tan poca suerte en la vida… Mis hijas nacieron en trece y nuestra casa tiene trece
ventanas… ¡Qué, se le va a hacer!… Si alguien desea más detalles puede dirigirse a mi mujer,
que está a todas horas en casa, o leer los programas de la escuela. Los vende el portero a
treinta «kopeikas» la hoja. (Saca unas cuantas de su bolsillo.) Si lo desean, puedo darles
algunos. ¡A treinta «kopeikas» la hoja!… ¿Hay quien la quiera?… (Pausa.) ¿No quiere
nadie?… ¡Se la dejo a veinte! (Pausa.) ¡La fatalidad!… ¡Si vivo en un número trece, cómo
voy a tener suerte!… ¡Me he vuelto viejo y tonto!… Quién sabe si, por ejemplo, mientras
estoy dando esta conferencia presento un aspecto alegre y, sin embargo…, ¡cómo me
agradaría pegar un grito muy fuerte o salir de aquí disparado e ir a parar a mil leguas!… ¡No
tengo nadie con quien poder lamentarme y hasta me entran ganas de llorar!… Me dirán
ustedes…: «¿Y sus hijas?»… ¡Mis hijas!… ¡Les hablo y se echan a reír!… Mi mujer tiene siete
hijas. No, perdón…, creo que seis… (Con viveza.) No, siete… La mayor, Anna, ha cumplido
los veintisiete, y la menor, los diecisiete… ¡Muy señores míos!… ¡Escuchen!… (Volviendo la
cabeza para mirar tras de sí.) ¡Soy un desgraciado!… ¡Me he convertido en un ser anodino…,
aunque, en realidad…, tienen ustedes delante al más feliz de los padres…, o, por lo menos,
debían tenerlo… Es todo lo que me atrevo a decir… ¡Si supieran ustedes solamente cuánto!…
He vivido junto a mi mujer treinta y tres años de mi vida, que puedo decir fueron los mejores
de ella… ¡Bueno!… ¡Los mejores, precisamente, no, pero…, casi, casi!… Estos, en una
palabra, se deslizaron como un feliz instante…, aunque para hablar en justicia…, que se los
lleve el diablo… (Volviendo la cabeza.) Me parece que ella no ha venido todavía y que puede
uno decir lo que quiere… ¡Me da miedo!… ¡Me da un miedo horrible cuando me mira!…
Pues…, como les iba diciendo…, mis hijas seguramente no se casan por su timidez y, además,
porque no hay hombre que tenga ocasión de conocerlas… Mi mujer no quiere dar reuniones
ni invita nunca a nadie a comer… Es una dama sumamente roñosa, gruñona e irascible, por lo
que jamás viene nadie a visitarnos; pero, sin embargo, puedo comunicarles, en calidad de
secreto (Se acerca a las candilejas.), que a las hijas de mi mujer puede vérselas en los días de
las grandes festividades en casa de su tía Natalia Semionovna…, esa que padece de reuma y
gasta un vestido amarillo con pintitas negras que parece va todo salpicado de cucarachas…
Allí acostumbran también dar meriendas, y, cuando mi mujer no está presente, se permite
esto: (Empina el codo.) Tengo que decirles que la primera copa suele ya embriagarme, y que,
en ese momento, siento en el alma tanta paz y, al mismo tiempo, tanta tristeza, que no tengo
palabras para expresarlas… No sé por qué, acuden a mi memoria los años de mi juventud y
experimento unos tremendos deseos de correr… ¡Ay!… (Con animación.) ¡Si supieran ustedes
lo fuertes que son estos deseos!… ¡Correr!… ¡Dejarlo todo!… ¡Correr sin volver atrás la
cabeza!… ¡Adónde?… ¡Qué importa adónde!… ¡Lo que importa es escapar a esta vida fea,
vulgar, barata, que me ha convertido en un viejo y lamentable tonto…, en un viejo y
lamentable idiota!… ¡Escapar a esta vieja mezquina, mala, mala tacana que es mi mujer!…
¡Mi mujer, que durante treinta y tres años me ha martirizado!… ¡Huir de la música, de la
cocina, del dinero de mi mujer, de todas estas pequeñeces y vulgaridades, y detenerme
lejos…, lejos…, en algún lugar del campo…, convertido en un árbol, en un poste, en un
espantapájaros, bajo el ancho cielo, y pasarme la noche contemplando la clara, la silenciosa
luna y olvidar!… ¡Olvidar!… ¡Oh, como quisiera no acordarme de nada!… ¡Cómo quisiera
arrancar de mis hombros este vil y viejo frac con el que me casé hace treinta
años!… (Arrancándose de encima el frac.) ¡Con el que estoy dando siempre conferencias
para fines benéficos!… ¡Toma!… (Pisoteándolo.) ¡Toma!… ¡También yo soy tan viejo, tan
pobre y tan lamentable como este chaleco de espalda gastada y deshilachada!… ¡Nada
necesito!… ¡Estoy por encima y soy más puro que todo esto!…
¡Hubo un tiempo en el que fui joven, inteligente…, en el que estudié en la Universidad…, en
el que soñé y me consideré un hombre!… ¡Ahora, nada necesito!… ¡Nada, salvo la
paz!… (Mira hacia un lado y se pone precipitadamente el frac.) Pero ¡si está mi mujer entre
bastidores!… ¡Ha venido y me está esperando! (Mira el reloj.) ¡Señores! ¡El tiempo fijado
para esta conferencia ha expirado ya!… ¡Les ruego…, si ella les pregunta algo…, digan que ha
sido pronunciada…, que el fantoche…, o séase, yo…, se portó dignamente!… (Echando una
mirada a un costado y aclarándose la garganta.) ¡Está mirando hacia aquí!… (Alzando la
voz.) «¡Una vez admitido que el tabaco contenga en sí el terrible veneno a que acabo de
referirme, en ningún caso les aconsejo que fumen, y hasta me permito esperar que esta
conferencia, que ha tenido por tema «El daño que hace el tabaco», les aporte un beneficio…
He dicho… Dixi et animam levavi.» (Saluda, y sale con paso majestuoso. Telón.)

Sayri Tabacos

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